Ana Toro: «No conocían ni el nombre de Jesús».
«Hay más alegría en dar que en recibir». No podría definir de mejor manera mi viaje misionero. Darme totalmente al otro. Y es que, cuando me vaciaba de mí misma, podía llenarme de Dios y darlo a los demás.
Llegamos a Guayaquil el 13 de agosto de 2023. Allí la gente nos acogió con muchísima alegría y cercanía. Parecía que nos conocíamos de siempre, pero lo que realmente nos unía era Cristo. Dos días después, nos fuimos a Playa Prieta, un lugar muy especial, un colegio que lleva Nuestra Madre. Hicimos convivencias con las chicas del colegio, chicas con un corazón abierto, buscando de dónde vendría nuestra alegría. También fuimos a los barrios más pobres de Portoviejo. La gente es muy sencilla y te da hasta lo que no tiene. Viven lo que tienen que vivir con mucha sencillez.
Después de pasar una semana nos fuimos a Chone, un sitio muy pobre, totalmente diferente a lo que habíamos vivido días antes. Lo que más me sorprendió es que no conocían ni el nombre de Jesús. Me fui de ahí con el corazón triste, sabiendo que había gente que no conocía al que es la VIDA, pero con la esperanza de que algún día se encontrarían con Él. Después de esta aventura, partimos dirección Arajuno, en la selva ecuatoriana, pero el Señor nos cambió los planes y acabamos en Quito porque se estropeó la furgoneta. Fueron días de descanso y, aunque nuestros planes habían cambiado, sabemos que el Señor lo hace todo bien.
Finalmente volvimos a Guayaquil. Era nuestra última semana antes de volver a España. La semana más intensa que había vivido desde que empecé el viaje, donde el Señor quería que me entregara como nunca. Lo que más me llamó la atención fue los dos días de brigada médica. Venían personas que necesitaban ayuda y nosotras ayudábamos en lo que podíamos al médico, dándole los medicamentos, haciendo ecografías, tomando la tensión… Horas muy intensas, pero lo que más importaba no era yo, sino la vida de esas personas que confiaban en nosotras y que todo nos lo pagaban simplemente con una sonrisa. Al final de todo, es ver a Cristo en el otro.
Es impactante ver cómo la gente no tiene nada material, pero aun así, tienen todo porque viven anclados en Dios. Y entiendes que lo más importante no es tener cosas materiales sino tener la fe, que es lo que da vida. Y resultó que estando en el lugar más pobre me encuentro con las personas más ricas.
Mi verdadera misión empieza ahora, en mi día a día, dónde las cosas no suelen ser tan fáciles. Es aquí dónde el Señor me pregunta cada día: «¿Sigues queriendo entregarte por mí?». Estas semanas de misión me han servido para darme cuenta que solo en la entrega se encuentra la felicidad.
Si quieres tener tu propia experiencia misionera escribe a misiones@obispadoalcala.org.
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