Una ventana al Cielo, casi desde el infierno.
La situación sigue revuelta en Ecuador. Hace unos días, apoyado en los muros de uno de los colegios donde trabajan las hermanas en Guayaquil, apareció una bolsa de basura. Dentro encontraron el cuerpo de un hombre joven, descuartizado. Le habían arrancado el corazón. Una venganza entre bandas.
Fue tan horrible, que las Siervas del Hogar de la Madre rezaban y le preguntaban al Señor cómo poner límite a tanta crueldad… El Señor les puso en el corazón construir una capilla de adoración permanente. Parecía una locura, ¿se puede hacer algo así en uno de los barrios más miserables del mundo, donde ni la policía quiere arriesgarse a entrar?
Pues sí, se puede. En los muros de la misión del Fortín, un pequeño recinto donde tenemos uno de los cuatro comedores infantiles de los barrios de invasión de Guayaquil, las hermanas han abierto un agujero y han levantado una pequeña capilla. El Santísimo queda protegido detrás de una pared de cristal blindado, con un pequeño espacio para que los niños y voluntarios puedan acceder desde dentro de la misión de forma segura.
Recen por las hermanas para que no se cansen de amar. Rece por los niños y jóvenes que acuden a la misión, para que el mal no enraíce en sus corazones. Y pídanle a Jesús que derrame muchas gracias de conversión desde ese lugar, que sea una ventanita al Cielo, desde un rincón que más se parece al infierno…