Testimonio misionero: Leonor de Lisle
Para mi el viaje a Ecuador ha sido un encuentro con mi propia miseria revelada por el amor y la entrega de las chicas del viaje, de los Laicos del Hogar de la Madre y de las chicas de la residencia de estudiantes del Hogar de la Madre en Guayaquil. Por estos testimonios de vida del los miembros del Hogar de la Madre, he entendido la realidad de lo que era ser miembro del Hogar. Cada uno de nosotros esta llamado a vivir las tres misiones y a poner todo de su parte para que se hagan vida. Por eso, los laicos siempre están dispuestos en ayudar a las hermanas, porque esa es su forma de ayudar y de cumplir con las misiones que el Señor les ha dado. Por eso, las chicas de la Resi pasan tanto tiempo en las misiones con las hermanas. Y, por eso, yo tengo que darlo todo para vivir estas misiones. Y esta entrega no es puntual sino que es constante, perseverante a pesar de las dificultades y se apoya mucho en los otros miembros del Hogar, bien sea su pareja, sus hijos, otros laicos u otros jóvenes, o las hermanas y sacerdotes. Somos una familia y aquí estamos para ayudarnos a hacer la voluntad del Señor.
Eso lo sabia en la teoría, pero verlo en la practica siempre es mas impactante. El Señor me dio la gracia de poder hacer mías estas ideas, esta realidad que es el Hogar.
También fue una gracia muy grande encontrarme con la Virgen. En el santuario de Playa Prieta, recibí una gracia de saberla presente a mi lado en todos mis caminos y que Ella siempre me estará guiando, ayudando y consolando en todos los caminos que el Señor me pida recorrer.
Con esos regalos he vuelto del viaje. Y ahora, a buscar cómo servir al Señor cada día.